Ya se han disputado los partido de ida de los octavos de final de la Champions League con un balance de dos victorias y un empate para los equipos españoles que aún quedan en liza. El empate lo cosechó el Atlético de Madrid en su visita al precioso Philips Stadion de Eindhoven tras disputar otra patata de partido a la que nos tiene acostumbrados en esta temporada; patata que pude presenciar en directo. Fue un viaje que no estaba previsto puesto que el alto precio de la entrada (50€) y del vuelo chárter de ida y vuelta en el día de las peñas (375€), junto al escaso fútbol desplegado por el equipo esta temporada, no invitaba a rascarse el bolsillo; pero un cambio de última hora en el que por el mismo precio se viajaba el día anterior con el equipo, hizo que me animara a acompañar a Paco y Sergio y a Santi que iba directo desde las islas afortunadas, y al equipo, claro.
El vuelo se pasó volando, nunca mejor dicho, entre discusiones de si el equipo ha jugado bien algún partido esta temporada o si Torres debe renovar, mejor dicho, ficharle, solo interrumpidas por las amables azafatas que nos ofrecieron un mini-brioche de jamón y queso y una mini-cerveza Mahou, cómo no, que nos querían cobrar; y las visitas que Koke o el gran Antoñito Ruiz hicieron a la parte de atrás.
Nosotros nos dirigimos al Best Western montados en el bus cuyo trompibusero intentaba arreglar el micro mientras conducía.

Salimos y ya estaba atardeciendo. Decidimos acercarnos al estadio que se encuentra a nada del centro. El juego de luces rojiblancas en su fachada le da un aire moderno a un estadio construido en 1903 y en el que caben 35.000 espectadores que siempre registra llenos. Hay que tener en cuenta que Eindhoven cuenta con 200.000 habitantes, más o menos como Castellón.
Pudimos ver desde fuera al equipo entrenando; el Cholo realizando centros desde banda. Mientras esperábamos la salida de los jugadores nos dimos una vuelta por los alrededores. En el fondo norte nos encontramos con dos valencianos encargados de las vallas de publicidad que por lo que se ve tienen que ser de medidas standard UEFA y esta empresa levantina las proporciona a varios clubes. Se pasan el año recorriendo diferentes ligas y divisiones europeas.

Volvimos a la puerta de salida de los jugadores donde habría una veintena de personas aguardando. El primero que salió fue Gámez, después Oliver con el jovencísimo Lucas, Moyá, Gimenez, Mati, Gabi, Koke... los VIP... unos se paraban más que otros, pero todos sí que paraban a los pies de la cámara de la unica chica que había y que les solicitaba insistentemente. Mención especial a Giménez que fue de los que más se paró junto a un Torres que es todo un señor.
Finalizados los partidos parecía que el día tocaba a su fin, pero de camino al hotel encontramos una barra con un bar en el que se encontraban varios atléticos y también algún que otro extranjero, entre ellos, dos turcos de Ankara que ponían por las nubes a Arda Turan, no es para menos. Allí pasamos unas horas con las aficionadas atléticas proclamando que "lo que pasa en Eindhoven, se queda en Eindhoven".

Al día siguiente amaneció con un sol brillante que animaba a dar un paseo por la ciudad, ciudad arrasada en la 2ª Guerra Mundial y es que allí se encontraba la fábrica de Philips, que fabricó para los nazis. Pasamos por el hotel del equipo donde 4 aficionados esperaban a la salida para el paseo de los jugadores. Entramos en la iglesia de Santa Catalina donde pudimos disfrutar de un concierto de unas niñas de la parroquia.
Tampoco había mucho que ver y, para matar el tiempo enfilamos hacia el Museo Philips cruzando por el Bergen. La entrada de 8€ no se amortiza la verdad. El museo tiene alguna curiosidad como el mítico juego de Atari de Ping Pong. 
Terminamos de comer y nos instalamos en la plaza para vivir el ambiente cuando al fondo se empezaron a oir cánticos, eran los integrantes de la peña del 17 de Mayo, los mismos que nos tocaron detrás en el avión de Londres, que llegaban a la plaza. Fueron los que empezaron a darle colorido a la plaza, plantaron una mega bandera de España en el centro de la plaza y muchos más empezaron a plantar las diferentes banderas que traían, hasta una búlgara que pensaba que era por aquello de Petrov, pero no. Aproveche a dar una vuelta para ver si encontraba algún sitio donde comprar algo para el partido, pero no encontré ningún supermercado, solo me crucé a los aficionados del PSV que se hallaban concentrados en la ahora poblada calle Stratumseind; en el video se puede observar el ambientazo que reinaba en la zona.
Decidí acercarme yo solo al hotel para así poder aprovisionarme de unos calcetines para combatir el frío y de paso comprar algo de comer para el partido y encontrar el prosciutto que me habían pedido. Allí estaba el trompibusero todo feliz porque había conseguido arreglar el micrófono con el cuál el guía pudo amenizarnos, o más bien atronarnos, el trayecto hasta el estadio con los himnos del Atleti. El bus nos dejó dónde nos iba a recoger después del partido y fuimos a la puerta de entrada de los aficionados del equipo visitante que bien se podría llamar la ratonera. La gente se agolpaba alrededor de la única puerta de acceso. El proceso iba lento porque se verificaba uno a uno la identidad de los aficionados y eso provocaba que la gente se fuera alterando poco a poco a medida que se acercaba el comienzo del partido y que hacía efecto la ingesta de alcohol. Unos se colaban, otros preguntaban si valía la tarjeta de crédito y otros, extranjeros, iban con un taco de carnets con un número de socio bastante alto, lo cual indicaba que se lo habían sacado para poder acudir al partido.
El partido comenzó con un Atleti bastante enchufado y dos oportunidades marradas por Vietto, que esperemos que la noche madrileña no termine de confundirle, y Griezmann. Fue una primera parte bastante equilibrada en la que los holandeses también se podían haber puesto por delante en el marcador, pero Oblak lo evitó sacando una mano prodigiosa, poco se habla de él. En el descanso dimos cuenta del avituallamiento mientras algunos aficionados bajaban las interminables escaleras para ir al baño o comprarse algo de comer. En la segunda parte, el partido seguía equilibrado y el Cholo dio salida a Torres a ver si con su experiencia encontraba un hueco en la ordenada defensa rojiblanca. Godín conseguía marcar a la salida de un córner, pero hizo lo de siempre, subirse a la chepa del defensa, y el árbitro pitó la falta.
Cuando quedaban 20 minutos para el final, el mismo Godín le sacó la segunda tarjeta a Pereira y el PSV se quedó con diez, circunstancia que no pudo ser aprovechada por el Atleti y es que una de las carencias del equipo del Cholo es el ataque en estático. Correa hacía un poco la guerra por su cuenta. Gabi lo intentó con un tiro desde fuera del área. Juanfran y Filipe lo intentaban por la banda pero les faltaba alguien que les desdoblara. Poco se pudo hacer, así que el partido finalizó con un empate a cero muy celebrado por los aficionados del PSV, lo cual indica lo que significa el Atleti en Europa. Tuvimos que esperar 20 minutos para poder salir del estadio y bajar las escaleras sinfín. 
A la salida nos obligaron a cruzar por dentro del campo para poder alcanzar el lugar donde nos esperaba el bus.
Aprovechamos a hacer alguna foto del bonito estadio y sus gradas y en los otros córneres se veía a gente en terrazas tomando copas. Nos montamos en el autobús y tomamos rumbo a Schipol donde, tras una copiosa nevada, a la 01:30h ya estábamos embarcados, pero, sin embargo, no pudimos despegar hasta pasadas las 03:00h porque, según comunicó el piloto, los utilleros del equipo tenían que pasar el control del equipaje y tenían que descongelar las alas; al menos el divorciado de Astaná y el pensionista de San Blas, que se levanta a las 11 de la mañana y se va a tomar unas cañas para después tomarse el menú del día, echarse la siesta, volver a tomarse unas cañas y acabar en el pub de un amigo, nos amenizaron la espera contándose su día a día. Así que cerca de las 6 de la mañana estábamos tomando tierra en el aeropuerto Adolfo Suárez Barajas. Salimos por la parte trasera y el equipo por la delantera para preparar el derby rojiblanco en 58 horas.








