02 julio 2012

Diez escalones hacia la Leyenda

27 de junio de 2006.
La selección española de fútbol ilusiona. Una vez más. Ya tantas veces...
Aquella tarde jugábamos los octavos de final del Mundial contra la vieja y cansada selección francesa. Con Luis Aragonés en el banquillo, parecía que por fin haríamos algo realmente grande, se subirían esos escalones que, en forma de eliminatorias, tenían bloquedas a varias generaciones de españoles.
Demasiado tiempo sufriendo derrotas amargas cuando llegaba el tiempo de los valientes.
Las portadas de la prensa aquel día eran un canto a la arrogancia y a la inexplicable superiordad que, en realidad, nunca habíamos demostrado durante décadas. Una vez más.
Cuando el gran Zidane marcó y puso el clavo definitivo en la tumba de los españoles, todos pensamos que, quizá, en realidad nunca veríamos a la selección española ganar algo. Nunca jamás.
Esa escalera no era para nosotros.

Los deportistas españoles habían hecho cosas realmente grandes en otros deportes. Esa senda triunfal que al principio fue cosa de llaneros solitarios (Seve Ballesteros, Ángel Nieto, Manolo Santana, Paco Fernández Ochoa, Bahamontes) había acelerado de manera increíble desde los JJOO de Barcelona 1992.
Desde entonces, era habitual ver a los españoles ganar, y a veces arrasar, en multitud de disciplinas. Indurain, Alonso, el joven Nadal, y tantos y tantos otros deportistas que, en pocos años, habían elevado el nivel del deporte español hasta cotas que nunca soñamos.
Pero la selección española...ese era otro cantar. El muro de nuestra frustración era ese, y llegó ese día en el que, los que ya llevábamos tantas decepciones, pensamos que nunca podríamos derribarlo.

En septiembre de ese mismo año, 2006, pasó algo realmente inesperado. La otra selección española, la de baloncesto, le dio un vuelco a la historia: ganó el Mundial. Nada menos que el Mundial!!! De pronto, toda la sociedad empezó a elogiar a aquellos 12 chicos que habían elevado el listón, demostrando a todos que no hay barreras ni escaleras imposibles de subir. De hecho, durante los meses posteriores, las comparaciones con los futbolistas de la selección fueron habituales y, en la mayoría de los casos, demoledoras.
A la humildad de los chicos del ba-lon-ces-to, se contraponía la arrogancia de los futbolistas; al compañerismo de unos, el egoísmo de los otros; al trabajo de unos, la displicencia de los otros; a la capacidad competitiva de unos, la flojera absoluta de los otros; al trabajo en equipo de unos, el divismo asqueroso de los otros.
Y allí estaban, tipos como Casillas, Puyol, Xavi, Iniesta, Villa, Cesc, Xabi Alonso, Torres y otros más, recibiendo en silencio los golpes que, generalmente en el culo de Luis Aragonés, toda la sociedad les daba.
Aprended de los chicos del baloncesto, era lo que más les repetían.

Poco después, Luis Aragonés, al borde de la destitución y con muy poca credibilidad entre los periodistas, dio un paso al frente. Apostó abiertamente por esa generación de bajitos, limpió a las viejas glorias (algo que no siempre es tan fácil como parece), y gritó al mundo que la selección española intentaría subir la escalera imposible a través de un estilo poco convencional: el de la magia de la posesión, el del toque, el de abrumar al rival sin perder el balón, el de ganar disfrutando del juego.
Una osadía imperdonable.
Y, además, los futbolistas descubrieron que, si esos chicos del baloncesto habían sido capaces de saltarse todos los prejuicios, ellos también podían hacerlo.

22 de junio de 2008. Ernst Happel de Viena.
Otra vez esa maldita escalera que se presenta ante nosotros, tentándonos para poco después darnos un golpe traidor por la espalda. Ese primer escalón era el muro de los cuartos de final. Lo estábamos haciendo bien, pero ahora, Italia, cuartos de final. Eso quería decir, a ojos de las muchas generaciones de españoles resignados, eliminación segura.
Acaba el partido y la prórroga. Nos vamos a los penaltis. En realidad, pocos apuestan en ese momento por España. El escenario es bien conocido, y el resultado siempre es el mismo: vuelta a casa.

Pero entonces sucede.

De pronto, aquellos jugadores se miran a los ojos y se dan cuenta de que ésta sí, por fin, en nuestra escalera.
La nuestra.
Iker detiene dos penaltis, Cesc marca el definitivo después de susurrar a nuestra mayor aliada, la pelota, y, de un plumazo, todas aquellas dolorosas derrotas se esfuman de la mente de los españoles. El fallo de Cardeñosa, la cantada de Arconada, el penalti de Eloy, el fallo en la barrera de Michel, el codazo de Tassoti, los penaltis contra Inglaterra, el penalti fallado por Raúl, el robo de Al-Ghandur, el baño de la Francia anciana...todo se esfumó...
Ellos estaban seguros de sí mismos. Seguros de que esa era la escalera.
Así que, sin mirar atrás, sólo mirando al cielo, se pusieron a subir los peldaños uno tras otro, como el niño que de pronto es consciente de que puede andar y entonces no tiene ya miedo a caer. Nunca más.

Y, con la naturalidad de lo que es auténtico, sucedió. Un escalón tras otro, nos fueron llevando a la gloria nunca imaginada. Y lo hicieron de todas las formas posibles, derribando tópicos y aprendiendo más y más durante el ascenso:

2º escalón: paseo ante la indómita máquina rusa.
3er escalón: Torres llamando a la Historia. EUROCOPA. Explosión.
4º escalón: Villa derribando el muro portugués.
5º escalón: Iker esquivando al destino.
6º escalón: Puyol marcando de cabeza ante las torres alemanas.
7º escalón: Iniesta de mi vida. MUNDIAL. Éxtasis.
8º escalón: baño a la pujante Francia.
9º escalón: Ramos demostrando que la valentía también es patrimonio nuestro.
Así hasta llegar a ayer.

Estos chicos han agotado los elogios. Ya no se puede escribir más cosas sobre ellos.
Pero, increíblemente, el 10º escalón ha sido el más bello. Como esa obra maestra que compone el músico en su absoluta madurez. Todas las virtudes de este grupo se expusieron ayer en su máximo esplendor. La belleza de las cosas difíciles convertidas en aparentemente sencillas. Incluso, como si fuera un guiño del destino, cierran esta Eurocopa con 12 goles a favor y uno en contra. 12-1, como si quisieran unir en su triunfo a todas las generaciones que cayeron siempre en aquellos malditos primeros escalones. 
Ahora sí, miran hacia abajo, ya desde el Olimpo de la heroicidad nunca antes lograda por nadie, y ven 10 escalones en los que ni siquiera han permitido un solo arañazo en forma de gol encajado.
Subiendo esa escalera han derribado para siempre décadas y décadas de amargura, complejos, sufrimiento, victimismo, llanto, decepción y dolor.

Pase lo que pase, ya nunca volveremos a esos amargos sentimientos. Y, cuando viejos y oxidados, veamos a nuestros nietos orgullosos de volver a ganar algo, les diremos algo que ellos no podrán entender:

"Hubo un tiempo en que siempre perdíamos. Pero, de pronto, eso cambió para siempre. Hubo unos chicos y un par de abuelos que decidieron cargar a toda España en su espalda, y subir juntos, del tirón, esos 10 ESCALONES HACIA LA LEYENDA."

By Howard Tilman