05 mayo 2016

Yo estuve en el Allianz

Se repite la final de hace dos años. El derby de la capital de España se vuelve a repetir como el ajo, como pasó hace un lustro con el clásico. Para llegar a Milán ambos equipos madrileños han tenido que superar varias eliminatorias. El Atlético de Madrid pasó como primero la fase de grupos dejando en la cuneta a los campeones de las Ligas kazaja, el Astana, y turca, el Galatasaray, y como segundo al campeón de la Liga portuguesa, el Benfica. Ya en las eliminatorias puras se enfrentó en octavos de final al campeón de la Eredivise, el PSV Eindhoven, y en el Philips Stadion estuvimos animándole. En cuartos de final tuvo que enfrentarse al Campeón de la Liga española, el FC Barcelona, y al Nou Camp fueron en autobús Sergio y Paco a animarles. Y ahora en semifinales tuvo que enfrentarse al campeón de la Bundesliga, el Bayern de Munich, y fuimos al Allianz a animar al equipo, donde la tertvlia tenía una asignatura pendiente.

Quedamos a las 05:40h en Cuatro Caminos para dirigirnos a la T2 del aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. A las 05:54h ya estábamos en la cola para adquirir las tarjetas de embarque, la de ida y la de vuelta y la de otro tío. Mientras en los mostradores del viaje de Halcón Viajes apenas había gente, en los del viaje de la Agrupación de Peñas, la cola se eternizaba; eran el sistema informático, al parecer. Embarcamos a través de las jardineras, como suele ser costumbre con los vuelos charter y tras 2 horas y cuarto de vuelo estábamos aterrizando en el aeropuerto de la capital bávara. La temperatura era agradable. Montamos en los autobuses de dos pisos que nos llevaron al centro de Munich para pasar las horas hasta que el partido diera comienzo.

En la Marienplatz ya se veían y oían muchos rojiblancos. Los de la peña del 17 de mayo ya habían llegado y habían desplegado sus pancartas en medio de la plaza (iban en el vuelo de Halcón Viajes). Nos encaminamos a la cervecería HB, afamada por los discursos que allí pronunciaba Adolf Hitler y también por la hospitalidad de los camareros y clientes bávaros. Nos costó encontrar un sitio, pero al final nos sentamos y pedimos dos lagerbier y una weissbier y una salchicha bávara. Los aficionados rojiblancos comenzaban a llenar el local y los cánticos cada vez se oían más. 
Estábamos tan a gusto que nos cambiamos de local para comer y cruzamos la calle al Agustiner donde, esta vez sí, nos atendió una amable camarera que nos sirvió unos codillos acompañados de dos lagerbier y una weissbier. El ambiente era más relajado en esta cervecería. En la mesa del fondo unos aficionados rojiblancos con los que ya coincidimos en Eindhoven compartían mesa con unos aficionados del Bayern departiendo sobre Pep y su juego. Una vez dado cuenta el apfelstrudel salimos a la calle a disfrutar del ambiente.

En el camino al Viktualienmarket nos cruzamos con un vástago tertvliano, un buen converso. Iba acompañado de su madre y de su abuelo con el que disertamos acerca de la eliminatoria. Las sensaciones eran diferentes a las de hace dos años en Stamford Bridge. En esa ocasión el Atlético de Madrid no iba con la ventaja que ahora tenía. Tras hacerme una foto con el vástago tertvliano que pasará a engrosar su basta colección giramos hacia la catedral de Munich, la que tiene una torre más alta que otra por un centímetro. Entramos a ver nada, es lo que tienen las iglesias protestantes. A la vuelta de la catedral se encontraba en obras el pub irlandés en el que Viaje Anual Deportivo hizo parada allá por 2010, pero al lado se encontraba otro Agustiner donde pedimos dos lagerbier y una weissbier a la espera de que Santi, que venía de Gran Canaria, vía Fuerteventura, diera señales de vida. 

Empezaba a chispear. Los atléticos de la mesa de al lado coreaban todo el repertorio del Frente Atlético. Empezaba a diluviar. Santi ya había aterrizado y se encontraba en el metro. Los nervios comenzaban a aflorar. Otra ronda. El Bayern de Munich tiene mucha tradición en la Copa de Europa y empezamos a recordar algunos de sus partidos y de sus jugadores como Elber, Effenberg, Mehmet Scholl, Salihamidzic y ese jugador rubio que salía en las segundas partes y siempre metía gol... no nos salía, así que me acerqué a un seguidor del equipo muniqués a preguntarle. Era Zickler. Aproveché a preguntarle por Goetze, me decía que era un estilo Podolski, que funciona en la selección pero no en el club. También me comentó que los aficionados no estaban contentos con que Müller, el Raúl alemán, no jugara de inicio en el partido de ida. Después de desearle suerte volví a la mesa donde los nervios se podían palpar. Santi por fin aparece con su mochila, se quedará a dormir para al día siguiente ir a Stuttgart donde cogerá un vuelo directo a Las Palmas. Decidimos ir a la Marienplatz, pero diluviaba y allí poca gente quedaba. Nos metimos en una cervecería aledaña con otros amabilisimos camareros que nos sirvieron tres mierdas de lagerbier y una mieda de weissbier, seamos sinceros. Al menos el ambiente animaba, los aficionados rojiblancos cantaban picados con los aficionados bávaros que tenían tres canciones y poco más. No estuvimos mucho porque ya eran las seis pasadas y había que ir hacia el estadio. 

En el metro Paco y yo sacamos el billete y bajamos al andén que ya estaba lleno de aficionados, sobre todo rojiblancos, cantando y el convoy llegaba. El vagón estaba hasta los topes y los aficionados también que iban desgranando el repertorio rojiblanco: himno, te quiero atleti, contigo a la final, Fernando Torres y más y más... 

Por fin llegamos a la Fröttmaning. Al fondo ya se veía el Allianz, todo blanco, porque aún no estaba el Bayern dentro. Paramos a avituallarnos pues se presumía una noche larga, además de que comprar comida en el estadio era una movida. Degustamos dos roter bobby y dos weisser bobby regadas por dos alcoholfrei bier.


Nos íbamos acercando al estadio pero había pocas señales. Los que nos encontramos fue una valla y tres puertas de acceso que nos separaban del estadio. Accedimos junto a los aficionados del Bayern por una de ellas donde nos hicieron un cacheo sui generis y no nos pidieron ni ningún tipo de identificación, igualito que en Eindhoven. A medida que nos acercábamos al estadio se apreciaba más su magnificiencia, pero que no dejaba entrever lo que nos encontraríamos dentro: el estadio más bonito que hemos visitado hasta la fecha. 

El ambiente ya estaba y nos acomodamos en nuestros sitios,  pero había que rescatar a Santi que tenía la entrada en otro bloque. Afortunadamente uno de los asientos al lado nuestro estaba vacío con lo que no hubo problema. Había aficionados pertrechados para no perder detalle del partido.

Entramos con tiempo así que vimos cómo el equipo salía a calentar mientras la afición rompía a animar. Los jugadores se volvieron a sus vestuarios y los aspersores empezaron a funcionar. El mosaico empezaba a adivinarse cuando los jugadores saltaron al campo acompañados de los niños que siempre les acompañan. Empezó a sonar el himno de la Champions y el Allianz vibraba.

El partido dio comienzo con un dominio apabullante del Bayern. Cada vez que el Atleti robaba el balón le duraba poco o muy poco, los centrales y Augusto soltaban patadas a seguir, Gabi intentaba salir combinando pero sin éxito. Iba a ser difícil aguantar ese asedio. Al final el gol llegó a través de un desvió de Giménez, que pudo sufrir falta previa, al lanzamiento de una falta tirada por el tolosarra defraudador, Xabi Alonso. 


Mal panorama, marcaron muy pronto y el equipo no salía de su campo, y para colmo, Giménez, que últimamente está muy nervioso, cometía un claro penalty sobre Javi Martínez a la salida de un corner. El Bayern iba a dar la vuelta a la eliminatoria, pero Müller falló el penalty o, mejor dicho, Oblak lo paró. Esto dio aire a los rojiblancos y lo mejor que pudo pasar es que llegara el descanso. Había que dar un golpe de efecto y este fue Carrasco que salió por Augusto y que dio más oxígeno al centro del campo. 

El Bayern seguía asediando pero el Atleti ya salía mejor al contraataque hasta que en uno Koke vio a Griezmann que dejó la pelota a Torres para que éste le dejara solo delante de Neuer. La cabalgada del francés se hizo eterna, pero sabíamos que marcaría, no suele fallar en el mano a mano. El deseado gol llegó. Celebramos el gol quitándonos los nervios de encima, abrazos y abrazos. Pero estos nervios iban a volver porque Oblak se quedó a media salida de un pase de Ribery de manera que el polaco Lewandoswki fusiló a placer. Volvía la mínima diferencia, un gol nos dejaba fuera, pero el Atleti conseguía salir algo más que en la primera parte y en una de esas Torres dribló a varios defensores cayendo dentro del área. Penalty. 

Lo tiraba Torres porque Griezmann ya no estaba en el campo. Paco se daba la vuelta, no quería verlo, pero no debería fallar porque nunca ha fallado en los momentos importantes, pero lo tiró tan rápido y sin pensar que fue calcado al de Müller, lo falló o, bien, lo paró Neuer. Quedaban aún 10 minutos de sufrimiento, pero Oblak estaba ahí parando todo lo que le llegaba. La tablilla marca 5 minutos de descuento, miraba a mi derecha y veía a Santi con la mirada fija hacia el suelo. Thomas la pierde... ¡Final! Explosión de júbilo. Costó. Lo celebramos, los jugadores también. La tercera final de Copa de Europa. El Allianz se fue vaciando mientras la afición rojiblanca cantaba y festejaba y salieron a saludar los jugadores con el Cholo Simeone.

Salimos del estadio para coger el bus que nos llevaría al aeropuerto y al fondo aún se oían los cánticos de los que quedaban dentro del estadio. Hacía un frío considerable que afortunadamente no sufrimos dentro del campo gracias a la estructura cerrada del mismo. Subiendo al autobús el chófer aprovechó a hacer su agosto vendiendo agua y cervezas. A las doce de la noche estábamos en el aeropuerto y las tres de la noche tomamos tierra en Madrid, la capital fútbol europeo, la capital con más finales de Copa de Europa y en Milán podrá convertirse en la segunda capital europea con dos campeones de Europa. El 28 de mayo la solución en San Siro o, para el Cholo, Giuseppe Meazza.